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SARDREAM - EL SUEÑO EN SARDEGNA (CERDEÑA, ITALIA).



EL SUEÑO EN SARDEGNA


Era un día soleado, con un aire frío. Un clima perfecto para recostarse y dejarse llevar en el bar del barco, mayormente había señoras grandes, tomando sus Martinis y riendo cómo si todo les pareciese de una simpatía inigualable. Yo ya estaba cansado del viaje, después de dos semanas en un barco. La monotonía se vuelve a momentos tu mejor amiga y a momentos tu enemiga, exactamente esa bipolaridad me llevaba a pensar en lanzarme al mar o quedarme en uno de esos hermosos islotes en los que bajaba con mis abuelos y todos los turistas que también iban en el barco. Los que más me inquietaban eran los japoneses, al parecer tenían un celular con memoria ilimitada, en las islas le tomaban a cada piedra, y a cada árbol, en el barco a toda la comida, a las puertas y hasta a mi me pedían fotos, una cosa que sigo sin entender. En la parte trasera del barco había un lugar que probablemente era mi favorito, lleno de camastros, con sombrillas, era como una pequeña playa sin arena, bueno el mar quedaba unos metros abajo. Apenas me recosté en una de estos camastros, el aire era de una frescura increíble, hice mis ejercicios de relajación que había aprendido en youtube en uno de esos momentos de ocio en el viaje. Intempestivamente una ola levantó el barco del mar, cuando abrí los ojos fue por que había caído al agua helada del mar, salí volando cómo una de esas sombrillas de la playa falsa del barco, a diferencia que en este caso las sombrillas estaban pegadas al suelo del barco, el único que voló fui yo. Le grité a las señoras risueñas, pidiendo ayuda, ellas estaban muy ocupadas, y el barco se alejo más veloz de lo que parecía avanzar cuando yo estaba en él.


Floté en mar abierto, por lo que según yo fueron un par de horas, pudieron ser 10 minutos, la ansiedad, el miedo, el frío y el horizonte vacío en los 4 puntos cardinales, no ayudaban a entender de salvaciones, distancias o tiempo. Sin tomar en cuenta que cada cierto tiempo, saltaban o se revoloteaban cosas extrañas. Aunque trataba de mantenerme alerta, el cansancio y el frío comenzaban a desgastarme. Entre la resignación y las nulas posibilidades a la vista, me dispuse a dejarme a mereced del mar y mi cansancio físico y mental, al miedo uno se acostumbra, pero al cansancio no.


Una tela extraña cubrió mi cabeza, cuando abrí los ojos vi todo blanco y sentí un fuerte olor a pescado, casi me vomito, el señor de la barba blanca me había atrapado con su red para pescar, me gritó en un idioma que no entendía, también le faltaba un diente, pero eso no le impedía sonreír mientras me jalaba para subir a su pequeño barco pesquero, me dio vino y pan, él seguía riendo mientras me veía, yo seguía sin entender el chiste, parecía bastante bueno por que no paraba de reír mientras seguía diciendo cosas que yo no entendía, tampoco me iba a molestar por eso, el vino estaba bastante bien, y más aún después de beber tanta agua salada. Encendió el motor de su pequeño barco y aceleró.


Llegamos a esa pequeña isla, había un pequeña casa en la punta de la piedra más alta y grande, se escuchaban a lo lejos risas igual a las del señor de barba, pero de mujeres. Entramos a la pequeña casa y habían cinco mujeres, todas corrieron a abrazar al señor de barba blanca, él al parecer nos presentó, aunque todos rieron y yo no entendí nada, pero sus sonrisas eran tan bellas que yo también sonreí aunque no había entendido el chiste. Ellas cocinaron el pescado que había llevado el señor, yo seguí con el vino, a mi nunca me gustó el pescado, pero seguramente era comer eso, o nada. No preocupaba ni un poco cómo volvería al crucero con las señoras que reían. Una de las chicas se acercó a mí y me sirvió más vino, yo ya me sentía un poco borracho, mientras tomaba un trago, se acercó otra de ellas y me dio un beso en la mejilla y luego me dijo al oido algo que no entendí, pasó su lengua por mi oreja. Y yo cerré los ojos. Cuando los abrí, mi perro bulldog me lamia la oreja, mientras yo seguía acostado en el sillón y en la tv un programa de los 90's con risas grabadas, después de 100 días de cuarentena en casa.


 

SARDREAM



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