Mentiras que ganan juicios
Tan sumarios que envilecen
El cristal de los acuarios
De los peces de ciudad
Que perdieron las agallas
En un banco de morralla
En una playa sin mar.
Peces de Ciudad - Joaquin Sabina.
PECES DE CIUDAD
Cuauhtémoc llegó a la gran ciudad cuando apenas tenia 19 años, lleno de sueños por el ballet y cómo es normal a esa edad, huyendo del control familiar. Había sido aceptado en la gran escuela de Ballet del país, eso lo convirtió inmediatamente en el orgullo de la familia.
Aunque nunca había sido una decisión forzada, cuando los estudiantes se graduaban, al poco tiempo todos decidían cambiarse el nombre a Igor y Natalia, en honor a los grandes bailarines rusos del siglo XIX, después de hacerlo, sin excepción, conseguían trabajo con las mejores compañías de Ballet de la ciudad.
Cuauhtémoc que había sido llamado así en honor a su abuelo, un gran pescador el cual logró sacar adelante a una familia de 8 hijos y una esposa enferma, gracias a la pesca, poco a poco algunos de sus hijos también se volvieron pescadores, incluyendo el papá de Cuau, quien tenía una profunda pasión por la pesca.
Los maestros sabían que Cuauhtémoc tenia un gran talento y siempre le insistieron en que si no se cambiaba el nombre a Igor, le seria imposible abrirse camino en el mundo del Ballet. Cuauhtémoc que también creía en su talento, creyó que no era necesario cambiarse el nombre, que la gente lograría apreciar su talento sin importar el nombre ni el apellido. Él quería ser él mismo y no volverse igual a todos. No había día en el cual no soñara con peces.
Cuando participo en castings y en concursos, inmediatamente quedaba fuera, los jueces Igores y Natalias, desde la lista de nombres lo eliminaban apenas viendo su nombre.
Así por 10 años, sus mejores años ya se le habían pasado y finalmente había decidido cambiarse el nombre, después de muchas platicas con sus amigos. Por la edad ya no le era tan fácil, pero igual encontró buenos trabajos y después como maestro. A veces se lamentaba de no haberse cambiado el nombre antes.
Cuando le empezaron a surgir malestares físicos, arrugas y canas, el trabajo volvió a escasear y seguía soñando con peces como cuando era Cuauhtémoc. Se había distanciado de su familia debido a la vergüenza de haberse quitado el nombre de su abuelo, por el de un bailarín ruso. Trabajaba en la gran ciudad como carpintero, fue ahí cuando decidió volver al nombre de Cuauhtémoc e irse al mar cerca de su familia.
Aquella tarde en el barco con su papá, sintió que disfrutaba realmente por primera vez el atardecer y la brisa del mar pegando en su rostro. Su padre que se notaba ya mayor, se quedó dormido disfrutando igual de la brisa del mar. Cuau siguió pescando sin parar, cuando su papá se despertó, vio 30 peces iguales en la cubeta. -Si no quieres pescar siempre lo mismo mueve el barco, no todo es suerte Cuau. Movieron el barco, Cuau volvió a lanzar el anzuelo al agua, pescó lo que parecía ser un atún muy grande, la vieja caña se rompió y el Atún siguió su camino.
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